16 oct 2007

Sociedades avanzadas

4,30 de la madrugada. Desde la medianoche, como todos los fines de semana, la clientela de un pub de mi barrio, clase media-alta, siniestros de guardarropía barata, muy atildaditos y elegantes, arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Las papeleras son ovnis a los que no conviene acercarse. El descanso de la vecindad queda suspendido por orden de Satanás, su santo patrón. Desviados de la zona centro de la ciudad por el Ayuntamiento de Madrid, a quien no le importa qué sucede en los barrios, se lo pasan a lo grande.

En medio de estos festejos, cuatro gañanes mean en la pared de una vivienda:

Sujeto 1: Tíos, qué pasada los del jujuju jajaja del partido de rugby...
Sujeto 2: Jugaba Francia y otro ¿no?
Sujeto 3: Nueva Zelanda, eran los de la danza
Sujeto 4: ¿Nueva Zelanda, dónde está?
Sujeto 1: Pues... En Nueva Zelanda

Los cuatro sujetos, de clase media-alta, se sienten satisfechos, realizados. Siguen con sus alaridos y sus ataques al entorno entre grandes risotadas.
Estos cuatro caballeros Jedi estan encantados de no saber absolutamente nada de un gran país: Nueva Zelanda.
La Isla Norte y la Isla Sur en el Océano Pacífico ofrecen un ejemplo de convivencia, tradición y progreso, dignos de admiración.
Los jujujus explicativos de los cuatro intelectuales que atacan el entorno de mi barrio no es otro que la Haka, una danza tradicional maorí de corte guerrero que da empaque a la presentación del partido que, por cierto, pierde Nueva Zelanda, y según comentan los entendidos, es un robo descarado de los franceses.

Dice nuestro buen amigo Zote que si conoces algún paraíso, lo mejor es no promocionarlo para evitar que se destruya. Santa razón colega.

Mientras España sigue a la cola de Europa en educación y formación, países como Nueva Zelanda han alcanzado un nivel de progreso envidiable. Un país que da la bienvenida desde el aeropuerto de Wellington, capital de Nueva Zelanda, con un cartel que dice: Bienvenidos a Nueva Zelanda, respetad el entorno, ya tiene mucho que decir. Un país en el que se da vivienda a quien la necesita, en el que la escolarización es obligatoria de los 6 a los 16 años y que ha vuelto a dar voz y presencia a los aborígenes. Un país en el que si, pasado un tiempo allí, te gusta y eres respetuoso con la comunidad, puedes nacionalizarte. Un país que dirige una mujer y es la segunda en la historia de Nueva Zelanda... Ingeniosos, hospitalarios... Paisajes, actividades lúdico-deportivas, culturales...

Como dice nuestro amigo Zote, es un peligro hablar de los paraísos que aún quedan en el planeta.

Mientras en España se siguen haciendo campañas de integración que penalizan a los nativos y que no aclaran a los llegados la necesidad de respetar el país de acogida, mientras una parte de los nativos de España son tan irrespetuosos como los cuatro cafres que, entre otros, arremeten contra el entorno de cualquier barrio cada fin de semana, mientras quedan bolsas de miseria, ignorancia y hambre, poco se puede hacer por el avance y el progreso de España.

¿Tendremos que emigrar a lugares como Nueva Zelanda? Por si acaso vosotros también empezáis a sopesar la posibilidad, no se lo digáis a nadie más. Es peligroso.




RauLuz. Vallecas 2007

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