19 mar 2010

Minuta de un testamento. Eduardo Arroyo


...No hace muchos años fuí al entierro de mi tía Tina  en la Sacramental de San Lorenzo, donde toda mi familia está enterrada. Todavía resuena en mi cabeza el ruido exagerado de cascotes  que rebotaban con fuerza  sobre la madera del ataúd. Fue allí mismo, en plena ceremonia, cuando decidí que ya había recibido  bastantes cascotes en vida como para tener que soportar este desorden después de muerto. En Madrid parece que no se tiene en cuenta que no se trata de bombardear la caja sino más bien de producir el menor ruido posible cuando arena y piedras caen sobre el sepultado.Por ese motivo, pocos días después, mientras miraba a la Muezca, la montaña que se ve desde Robles, y sin apartar mis ojos de ella le pedí a mi administrador que me hiciera un hueco entre mis vecinos y amigos en el cementerio de Robles de Laciana, al mismo tiempo que trataba de recordar algo de aquel bellísimo poema de Antonio Gamoneda:
Los montes pardos y las peñas calvas
tras de los rastrojales amarillos,
tajos de sombra donde fue la nieve;
lentas hoces, barrancos escondidos,
más alla, más allá de la mirada,
hacia la blanca soledad del camino.
Me doy cuenta de que me están enterrando. Algunos lloran y a lo lejos diviso un imponente animal: un elefante gigantesco, muy entrado en carnes, cargando una caja sobre sus lomos. Al principio pensé en el proboscídeo que Goya dibujó en Disparate de bestia, antes de que se aprestara  a arremeter contra domadores y sirvientes. Cuanto más se iba acercando a mí, comprendí que el elefante que se aproximaba a mi tumba era exactamente el mismo que había grabado Kubin. Uno de los presentes se encaramó con la ayuda de algunos asistentes para conocer el contenido de la gran caja de metal. Desde la altura el curioso me gritó: "¡Son libros, te trae tus libros!". En ese momento supe que se me enterraría  al lado de mis libros y que quizás tuviera la suerte de que mi cabeza  reposara  sobre un ejemplar de Robinson Crusoe. El elefante de Kubin no era agresivo peo sí descomunal, y no tenía nada que ver con el del Disparate de bestia; simplemente venía a asistir  y participar en mi sepelio.
Minuta de un testamento. Eduardo Arroyo
Editorial Taurus



Il dissoluto punito, ossia il Don Giovanni, KV 527, de Mozart.
Libreto de Lorenzo da Ponte 
Thomas Allen: Don Giovanni. Andrea Rost: Zerlina
RauLuz, Vallecas. Madrid 2010

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