Una niña y un niño juegan sentados a una mesa. Vemos más de cerca sus manos y como de sus muñecas las correas de sus relojes se desatan y, andando solitas, caen en una papelera situada junto a la mesa arrastrando con ellas los relojes que portan. El anuncio invita a consumir un producto que te regala el reloj supergüachi paragüachi que no puedes dejar de tener porque tus amiguitos te van a considerar el ser más infeliz de la galaxia. Consume, cuanto antes empieces, mejor.
Un padre joven va por la calle con su hijo pequeño. El niño como un halcón peregrino clava la mirada en un objeto y dando un tironcillo de la mano del padre lo señala. El padre con cariño y delicadeza razona: De esos tienes un montón. Tensión, el querubín se transmuta, tuerce la cara, aprieta los ojos y como la niña del exorcista, interpreta una rabieta de resonancias épicas. Las gentes próximas a la escena van poniendo caras de todo tipo. Desde ¡Estas criaturas mal criadas! hasta ¡estos padres insensibles!. El adulto acompañante, suave pero firme, no parece muy dispuesto a ceder al chantaje. Y llega ella. La comentarista oportuna: Pobrecito ¿No te hacen caso?. Gran terremoto. El padre desolado busca socavón para desaparecer en él. El niño, sorprendido, olvida la rabieta. El grupo de adultos se pone a discutir y padre e hijo desaparecen aprovechando el jaleo.
La juventud no se ve reflejada en la publicidad, no se ven consumistas, despilfarradores ni manejables.
En el programa España Directo de TVE1, una reportera de investigación, acosa sin miramientos a unas personas que buscan comida entre la basura de un supermercado.
El planeta tierra, superpoblado de objetos desechados, perfectamente utilizables, lleva ya un tiempo lanzando gritos de guerra a éste lado del globo y amenaza con tragarnos sin miramientos. Encabezan su lista un buen número de publicistas agresivos.
RauLuz. Vallecas 2007
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