El 11 de julio de 2007, la redactora de cultura Angélica Tanarro publica esta noticia en nortecastilla.es:
La sede de la Institución Libre de Enseñanza, en peligro.
La casa del poeta Vicente Aleixandre, los árboles del Paseo del Prado... Ahora la amenaza se cierne sobre los edificios históricos de la Institución Libre de Enseñanza, situados en la calle Martínez Campos de Madrid. Un proyecto de rehabilitación y ampliación se va a llevar por delante el antiguo aulario, el pabellón de párvulos –conocido como el pabellón Giner pues fue Bernardo Giner de los Ríos quien lo diseñó y construyó– el frontón, y una acacia centenaria que resistió una guerra y el saqueo de las instalaciones y que, si nada lo remedia, desaparecerá junto con parte del jardín para hacer sitio a las consabidas moles de hormigón y cristal. Y lo que es peor, según un proyecto avalado por el propio Patronato de la Fundación Giner de los Ríos.
Como siempre, lo que se destruye no es solo un edificio más o menos antiguo, un conjunto arquitectónico diseñado de acuerdo a unos principios pedagógicos, lo que se destruye es, ante todo, el espíritu que animó a los institucionistas encabezados por Francisco Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío.
Precisamente la elección de lo que entonces era una quinta situada en las afueras de Madrid (cuando la calle se llamaba Paseo del Obelisco) para el traslado de la Institución desde el centro de la capital pretendía encontrar «un espacio natural que favoreciese la higiene y desarrollo de los alumnos, un espacio que contase con un jardín que habría de transformarse en ‘campo escolar’ donde educar la sensibilidad estética y artística del alumnado», según rezan los papeles de la institución. Estas normas de construcción tuvieron su influencia en Europa a mediados del siglo XIX y principios del XX donde se hablaba del ‘estilo institucionista’. Nada de esto frenará la piqueta.
De nuevo el debate de cómo conjugar lo viejo con lo actual en arquitectura. Y el gran tema de fondo: la necesidad. Porque no siempre determinados proyectos son necesarios y nunca lo son si suponen destruir el espíritu y la filosofía que anima lo que se restaura. Precisamente, Matías Díaz Padrón, uno de los padres de los principios éticos sobre conservación y restauración, alertaba desde estas páginas hace unos días sobre lo innecesarios que son ciertos proyectos megalómanos que atentan contra entornos cuya armonía desaparece tras la intervención.
Los principios educativos de la Institución Libre de Enseñanza –que supusieron la puerta de entrada para la renovación educativa, social y cultural en España con el establecimiento de la libertad de cátedra y la difusión de las nuevas teorías científicas– están plenamente vigentes más de un siglo después de su formulación, pero no es menos cierto que también están amenazados. Todo un símbolo, este proyecto.
Contra este plan de ‘restauración’ se ha levantado un movimiento ciudadano que pretende frenarlo y que recoge firmas en su contra (http://www.salvarlaile.com/).
Como siempre, lo que se destruye no es solo un edificio más o menos antiguo, un conjunto arquitectónico diseñado de acuerdo a unos principios pedagógicos, lo que se destruye es, ante todo, el espíritu que animó a los institucionistas encabezados por Francisco Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío.
Precisamente la elección de lo que entonces era una quinta situada en las afueras de Madrid (cuando la calle se llamaba Paseo del Obelisco) para el traslado de la Institución desde el centro de la capital pretendía encontrar «un espacio natural que favoreciese la higiene y desarrollo de los alumnos, un espacio que contase con un jardín que habría de transformarse en ‘campo escolar’ donde educar la sensibilidad estética y artística del alumnado», según rezan los papeles de la institución. Estas normas de construcción tuvieron su influencia en Europa a mediados del siglo XIX y principios del XX donde se hablaba del ‘estilo institucionista’. Nada de esto frenará la piqueta.
De nuevo el debate de cómo conjugar lo viejo con lo actual en arquitectura. Y el gran tema de fondo: la necesidad. Porque no siempre determinados proyectos son necesarios y nunca lo son si suponen destruir el espíritu y la filosofía que anima lo que se restaura. Precisamente, Matías Díaz Padrón, uno de los padres de los principios éticos sobre conservación y restauración, alertaba desde estas páginas hace unos días sobre lo innecesarios que son ciertos proyectos megalómanos que atentan contra entornos cuya armonía desaparece tras la intervención.
Los principios educativos de la Institución Libre de Enseñanza –que supusieron la puerta de entrada para la renovación educativa, social y cultural en España con el establecimiento de la libertad de cátedra y la difusión de las nuevas teorías científicas– están plenamente vigentes más de un siglo después de su formulación, pero no es menos cierto que también están amenazados. Todo un símbolo, este proyecto.
Contra este plan de ‘restauración’ se ha levantado un movimiento ciudadano que pretende frenarlo y que recoge firmas en su contra (http://www.salvarlaile.com/).
Nosotros le dejamos éste comentario:
En ocasiones veo pruebas deportivas por ver otras cosas. Concretamente el Tour de Francia nos dio la oportunidad de contemplar desde el aire las poblaciones por las que pasaban los ciclistas... Bellas, limpias, con sus edificios característicos cuidados al máximo. Igualito que Madrid, sucia, abandonada, reformados sin cuidado o directamente destruidos edificios de interés para la memoria, el presente y el futuro de sus pobladores. En esta ocasión aún resulta más chocante que las mal llamadas reformas las quiera acometer el propio Patronato de la Fundación Giner de los Ríos. Tengo el placer de conocer el lugar y, si esas pretendidas reformas se llevan a cabo, será un despropósito más de los muchos que se cometen en esta maltratada ciudad. Es interesante pasar por las páginas, http://www.salvarlaile.com/, para tener una idea de conjunto sobre este plan tan descabellado. ¡Un destrozo!. Saludos a Angélica Tanarro. Muy buena la idea de, al menos, publicar la noticia.
Pabellón de párvulos construido por Bernardo Giner de los Ríos, inaugurado en 1º de octubre de 1917.
A la derecha de la fotografía: la acacia.
RauLuz. Vallecas, 2007
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