Ha muerto Miguel, cuesta creerlo. No encontrarlo más en cualquier ocasión. Desde la esquina de su barra de El Candela supervisaba con ojo despierto la respiración de las horas y de las gentes que íbamos y veníamos. No necesitaba muchas palabras, de hecho, no las malgastaba. Su media sonrisa, ni muy distante, ni excesivamente cercano. Cuesta creerlo, Miguel no esta entre nosotros.
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