La Librería Cajal fue la librería de mis sueños, y la de medio Almería, por no decir toda. Que yo recuerde, desde hace más de cuarenta años. Ahora ya no está.
Recuerdo que de pequeño mi madre me llevó a la Cajal porque a mí se me había metído en la cabeza que quería un libro en inglés. Ella, siendo como es, me cogió de la mano y me plantó allí para que eligiera. Por supuesto, la Cajal tenía cuentos en inglés y yo volví a casa más contento que unas castañuelas.Supongo que mi madre también por haber resuelto una petición tan marciana y más en esa época. Yo podía contar unos siete u ocho años.
Un día de septiembre pasado paseando por Almería pensé acercarme para encargar un libro. De pronto me di cuenta de que había pasado por delante sin reconocerla. Me paré en seco, tan en seco que el tío que venía detrás chocó conmigo. De repente caí en la cuenta de que el tiempo pasa, no cabe la menor duda. Y después de pasar toda mi memoria por la cabeza en unos segundos, no sé porqué, di por aprendida una de las más valiosas lecciones que hay que dominar con soltura:
Después de jugar, hay que recoger los juguetes.
Me ha costado cuarenta y tres años aprender esta lección y espero que no se me olvide nunca.
Mientras, La Cajal se diluye en el tiempo...
Y de nuevo tengo que remitirme a John Lennon:
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